lunes, 14 de junio de 2010

La decepción de ser mexicano

Desde que somos infantes y pubertos se nos enseña con un etnocentrismo absurdo y exacerbado que debemos sentirnos orgullosos de nuestro país y de ser mexicanos. Ahora me encuentro en una etapa de mi vida donde he empezado a cuestionar si el simple hecho de ser mexicanos es algo como para sentirse orgulloso.

Veo con detenimiento lo que pasa en mi decadente patria y me pregunto cómo voy a sentirme orgulloso de un país que permite la muerte sistemática de miles de personas por culpa del hambre, la migración, el narcotráfico y la pobreza. ¿Cómo voy a sentirme orgulloso de un país en el que la salud y educación de calidad siguen siendo artículos de lujo?, ¿Cómo enorgullecerme de un país que apuesta su devenir en jóvenes sin educación y sin oportunidades? Es muy difícil gritar Viva México Cabrones con un panorama así.

La cosa empeora cuando me pregunto qué carajos es ser mexicano hoy en día. Digo que empeora porque uno pensaría que la identidad del mexicano es producto de un México bronco que vivió años de guerra, revoluciones y litros de sangre. Producto de un lleno de gente con perfiles tan complejos e interesantes que llamarían la atención de cualquier historiador serio. Pero ahora parece que el ser mexicano solo consiste en portar la “verde”, comer chile (sin albur), pasear en plazas comerciales y decir que somos bien chingones.

Las figuras a seguir no son los miles de individuos que se han reventado la madre por este país mezquino y mal agradecido. Ahora los “héroes” son tipos que mean en los postes cuando meten gol o que salen en un spot diciendo que aman a su patria después de haber dicho que estaba bien jodida. En este panorama desalentador me cuesta demasiado decir que soy orgullosamente mexicano sin antes no haber hecho una pequeña reflexión.

Ahora me pregunto donde quedó ese México bravo, bragado y cabrón que no se deja de nadie. Matan mexicanos en la frontera y nadie dice nada (nuestras autoridades se conforman con hacer un llamado “enérgico”), la impunidad se vuelve a hacer presente con el caso ABC y nadie hace nada, los narcos paralizaron Monterrey con 41 bloqueos y los que siempre critican los cierres viales de los movimientos sociales no han exclamado absolutamente nada (bola de maricas). ¿Qué pasa mexicanos?, ¿Será que el México bronco solo consiste en cortar cabezas y disolver gente en ácido? Yo espero que no.

Estoy seguro que muchos consideraran esta postura como pesimista, sin embargo yo me considero un buen optimista, un optimista informado que lucha por no caer en la ingenuidad de las mayorías. Me considero optimista porque aunque este país esta del carajo, me ha dado todo lo que tengo y por tal razón me niego a verlo sometido en manos de unos cuantos tipos mezquinos, me niego a ver sus esperanzas alienadas a lo que establece el duopolio televisivo y me niego a ver a más mexicanos morir por las razones que sea.

Ahora solo espero encontrar gente que vea el futuro del país en las personas que se rompen la madre todos los días con unos pocos pesos en la bolsa y no en un tipo que mea como perro en los postes de una portería. Espero encontrar gente que vea los cambios en la diversidad de la sociedad y no en una “Iniciativa México”. Vivo con las ganas de encontrar a esa gente para crear algo nuevo y luchar por transformar las condiciones dadas en estos momentos. Si no las encuentro pues ya veré la manera de migrar al Salvador para por lo menos ser uno de los más guapos. Pero por lo pronto creo que debemos seguir en pie de lucha porque muero de ganas por decir que soy orgullosamente mexicano.



Napococo
http://twitter.com/NapococoBarrera

martes, 8 de junio de 2010

¿Crear un mundo nuevo o mejorar al que ya tenemos?

Es necesario hacer un mundo nuevo. Un mundo donde quepan muchos mundos,
donde quepan todos los mundos.

Subcomandante Insurgente Marcos

Nuestra arma es nuestra palabra.

Subcomandante Insurgente Marcos

No hablemos de una época de cambio, sino de un cambio de época.

Rafael Vicente Correa Delgado

Tenemos ideales pero también somos pragmáticos.

Rafael Vicente Correa Delgado



Cuando una estructura de poder ve amenazado alguno de sus componentes suele reaccionar preventiva o enérgicamente para acabar con la amenaza. Esto lo vemos en la lógica privada y pública, en todos los niveles de gobierno y en todas las estructuras internacionales. Las constantes amenazas obligan a las estructuras de poder a cooptar, comprar, convencer, negociar o reprimir a los grupos que pueden poner en peligro su estabilidad o su propia existencia. Siempre buscan aplicar las medidas preventivas (convencer, cooptar), pues son estas las menos costosas. Para aplicarlas necesitan de un aparato ideológico que les permita permear a otros grupos con el objeto de convencer y adoctrinar a individuos que puedan representar amenazas futuras.

Lo anterior se ve en muchos aparatos estatales en todo el mundo, pero hay solo un gobierno que puede influir en todo el planeta: el de los Estados Unidos de América. Sus universidades, sus centros de inteligencia e investigación y sus dependencias gubernamentales generan conocimiento que por lo general llega a distintas partes del mundo, ya sean gobiernos o universidades. Dentro de los centros académicos estadounidenses se abren debates permeados por valores e ideas del mundo occidental y de los países desarrollados que después se exportan al resto del mundo.

Las ideas que salen de las universidades estadounidenses y que llegan a otras latitudes son recibidas con confianza o con escepticismo pero son recibidas. En algo muy similar al proceso de lo que Louis Althusser llama los Aparatos Ideológicos de Estado (en este caso serían los aparatos ideológicos de los Estados Unidos de América pero sin la lógica de lucha de clases), la ideología y las tendencias estadounidenses permean a muchas partes del mundo.

Para delimitar esta situación me enfocare únicamente en la influencia que han tenido las construcciones intelectuales de Estados Unidos en la disciplina de las Relaciones Internacionales en el mundo. En la actualidad, dentro de lo que algunos llaman el Tercer Debate, podemos ver la defensa de un pensamiento dominante, de un pensamiento que ha influido profundamente en las decisiones de los policy makers, un pensamiento pragmático que encaja perfectamente con la política exterior de los Estados Unidos. Este es el pensamiento realista, el pensamiento modernista. Es un pensamiento tradicional, con fuertes raíces históricas dentro de la disciplina y con fuertes lazos dentro del pensamiento de muchos políticos y asesores.

Este pensamiento busca mejorar (o mantenerlo así) el mundo en el que vivimos y describir los problemas para darles solución. Esto suena bien, pero el problema que veo es que es un mundo que solo funciona para unos cuantos, por lo que mejorar lo que tenemos ahora no garantiza el bienestar de todos. En este trabajo buscaré explicar la amenaza que representa la posmodernidad para algunos y la esperanza que significa para otros. Mi ensayo tratará de señalar que no basta con mejorar el mundo que tenemos, sino que hay que construir un mundo nuevo, un mundo donde entren todas las voces excluidas, un mundo donde quepan todos los mundos.


¿Para que crear un mundo nuevo si podemos mejorar al que tenemos? Las voces que defienden el establishment.


Los modernistas se enfocan primordialmente en herramientas de análisis como la anarquía, el Estado-nación como eje del sistema internacional, soberanía, poder, delimitación entre lo domestico y lo internacional, y por lo tanto buscan resolver los problemas que tiene que ver con la relación entre Estados, la prevención de la guerra y de las crisis, los procesos de negociación, el mantenimiento de la seguridad y el establecimientos de instituciones y de aparatos legales para la administración pacifica de la política internacional.

Los modernistas creen que estos problemas se deben estudiar para después darles una solución. Dentro de su cosmovisión ellos dan por hecho que estos son los problemas a los que se debe enfocar la disciplina y que además deben ser estudiados sin necesidad de hacer un “inútil” análisis ontológico que pueda retrasar la búsqueda de soluciones reales. Por esta razón los modernistas ven en los posmodernos o posestructuralistas (en este trabajo me referiré a ellos sin distinción alguna) una amenaza para el trabajo que ellos han hecho y una fuerte amenaza para la institución de la teoría.

Un posmodernista cree que es necesario conocer la esencia de las cosas para ver si se están estudiando las cosas bien y si puede mejorar el proceso de aprendizaje. El modernismo lo considera una pérdida de tiempo, un esfuerzo inútil que solo retrasa la búsqueda de respuestas a las interrogantes que ocupan a los Estados en el mundo.

Los modernistas ven un grupo muy radical en los posmodernistas, puesto que son un peligro para el trabajo tradicional de la disciplina de las Relaciones Internacionales y para sus instituciones más longevas. Pero a pesar de esto, los realistas y modernos han visto la necesidad de adaptar elementos que habían dejado de lado como es el caso de una mayor interlocución entro el trabajo ontológico y epistemológico. También retoman actores que habían sido excluidos de la agenda de la disciplina y que los posestructuralistas defienden con fervor. Sin embargo todo esto lo han hecho bajo un marco de análisis que descansa en las viejas herramientas de estudio (el Estado-nación continua siendo el eje central) y con el propósito firme de darle solución a lo que ya existe sin tener que poner en duda si se ha hecho bien lo anterior.

Desde mi punto de vista, el trabajo de los modernistas y realistas ha servido para legitimar, apoyar y beneficiar muchas de las medidas tomadas por países occidentales, en especial de Estados Unidos (algunos los considerarían como unos “pitiyanquis” o “cachorros del imperio”) . No me parece exagerado cuando los posmodernos argumentan que el trabajo de los modernistas es utilizado en ocasiones para servir intereses particulares. A esto se le suma que el pragmatismo y la soberbia modernista suele excluir otras ideas, otras voces y otros pensamientos. No tienen interés en conocer a los que se ven afectados por las decisiones del Estado, o las víctimas de una negociación fallida. Su trabajo puede llegar a limitarse a ver el éxito que puedan llegar a tener sus ideas en la práctica de la política exterior de los países más poderosos. No importa que el resto del mundo no se beneficie por su trabajo.

Los modernistas y realistas creen que su trabajo ha sido bastante fructífero, pues ven sus esfuerzos aplicados en el dominio estadounidense. EUA demuestra con claridad que los ejes centrales del realismo son ciertos y que funcionan a la perfección. Intentar cambiar los cimientos que los modernistas han construido dentro de la disciplina de las relaciones internacionales representa una amenaza para su trabajo y para la vigencia de sus ideas. Lo mejor para ellos es defender lo que se ha hecho hasta ahora y continuar bajo los mismos esquemas y las mismas instituciones. El problema, desde mi punto de vista, radica en que su trabajo sólo le funcionado a unos cuantos, por lo que es necesario replantear nuevamente las cosas y a partir de ahí construir soluciones para todos.

La necesidad de crear un mundo nuevo, un mundo para todos.


La disciplina de las Relaciones Internacionales ha estado dominada por una aristocracia intelectual proveniente de países occidentales que suele excluir ideas disidentes a las suyas por considerarlas inútiles o fantasiosas. Por esta razón los nuevos debates deben ser un espacio donde las voces disidentes, lo grupos excluidos y marginados deben dar la batalla para poner en duda el discurso dominante impuesto por los modernistas y de esa manera proponer una nueva construcción intelectual incluyente que de un espacio de expresión a los que nunca la han tenido.

Los posestructuralistas parten de la idea de que vivimos en un universo lingüístico, por lo que los discursos y los códigos gobiernan nuestro conocimiento y nuestra forma de ver nuestra realidad. El discurso dominante ha sido el impuesto por un pequeño grupo de intelectuales orgánicos de occidente que ven el modernismo y el realismo como los mejores marcos para encontrar las "leyes universales" que controlan el mundo. Es tarea histórica de los posmodernos luchar por reconfigurar los esquemas impuestos por los modernistas y crear nuevas intertextualidades que hagan ver la diversidad de lenguajes, signos, ideas y opiniones que hay en el mundo.

Hay una enorme oportunidad para los intelectuales y para los grupos excluidos en general para hacerse escuchar en un mundo donde solo han hablado unos cuantos. Latinoamérica, África, Asia y Europa del Este pueden manifestarse para crear bases nuevas que expresen la diversidad con que vivimos, bases intelectuales que refuten los valores impuestos por la modernidad con él a veces absurdo pretexto de que hay valores universales que todos deben respetar. Creo que estamos cambiando a una nueva época, una época donde todos pueden ser escuchados.

Los modernos se defenderán con todos los recursos que estén a su alcance pero los posmodernos pueden usar la palabra como su arma principal, como el mejor medio para demostrar que las bases y las instituciones que le dan sustento al mundo están fallando y solo le sirven a algunos cuantos.

Es necesario hacer esto para que a partir de nuevos y plurales discursos y códigos se pueda construir una realidad que le de espacios a todos y que busque soluciones para la humanidad en su pluralidad. Es importante desarrollar nuevas herramientas de análisis que vayan más allá del Estado-nación y de la antigua correlación de fuerzas. Hay que poner en la mesa de discusión la importancia de las minorías excluidas hasta hoy como los son los movimientos feministas, indígenas, obreros, homosexuales, étnicos, entre otros. Al igual que los posestructuralistas soy de la idea de que primero se debe revisar la manera en que se están analizando las cosas para empezar a estudiar el mundo en su diversidad. A partir de ahí creo que se necesita construir nuevos discursos que contengan significantes utilizados con anterioridad pero con significados aterrizados a la realidad que vive cada caso de estudio.

Todo lo anterior se debe hacer bajo ideales claros pero también es importante ser pragmático para aterrizar las cosas a la realidad y comenzar a transformar la sociedad. Así como los administradores públicos en países occidentales han llevado a la práctica mucho del trabajo modernista y realista, creo que los grupos marginados y olvidados deben plasmar en la realidad la lógica posmoderna.

En México el EZLN se ha mostrado como una escuela excelente de cómo se puede aterrizar el posestructuralismo en la realidad. Considerada como la primera revolución posmoderna, el movimiento zapatista usó las armas para captar la atención de todos pero uso las palabras, los signos y los símbolos para demostrar que el Estado había fallado con sus tareas y que faltaba mucho por hacer en el mundo indígena. Algunos críticos señalan que palabritas y poemitas no pueden mejorar una sociedad, pero es de notar que esas palabritas hicieron que el gobierno autoritario y soberbio de Salinas de Gortari insertara el problema indígena en la agenda pública y que incluso el día de hoy la Ley Indígena siga siendo tema de interés para el Estado mexicano.

Así como los pueblos indios demostraron que construyendo discursos se puede cambiar la realidad, creo que numerosos grupos de todo tipo pueden ir cambiando la realidad mundial. Se tiene que librar primero una batalla dentro del mundo académico, intelectual y mediático para arrebatarles el discurso dominante a los aristócratas que lo controlan, o al menos quitarles un pedazo. A partir de esto es importante desarrollar un trabajo intelectual encaminado a resolver los problemas que afectan a la población mundial y que los modernistas nunca se enfocaron a resolver.

Los posmodernos están inmersos en una batalla histórica donde el triunfo puede significar el fin de una época de exclusión y el inicio de la expresión del mundo en la diversidad de sus voces. Se puede dar inicio a la construcción de un mundo nuevo, un mundo donde quepan muchos mundos, donde quepan todos los mundos.
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Napococo